Metro… ¡Oh, Metro!

En un país rodeado por los océanos Pacífico y Atlántico; surge la idea de cavar en sus profundidades y mejorar así, el modo de transportarse de sus ciudadanos.

Cavar en sus entrañas con el fin de construir un medio de transporte, nada nuevo el mundo, el denominado Metro. New York, Londres, Méjico, Japón y hasta “Quisquella la Bella”, disfrutan de su agilidad y fuerza para desplazar a sus residentes.

Ahora, nuestro Mandatario sugiere que la construcción de ese “novedoso” medio de transporte, será el exorcismo apropiado para los “diablos rojos”. Esos autobuses, que en otrora, tenían la característica de estar pintados de color rojo; los mismos que durante años han llevado de un lugar a otro de la ciudad a los “panameños vida mía”.

Un metro, un tren subterráneo a gran velocidad; capaz de reducir a más de la mitad el tiempo de desplazamiento de un sitio a otro. Imaginar poder ir de la 5 de mayo a San Miguelito en menos de treinta minutos, parece obra de Morfeo. Un sueño, una utopía.

Ya visualizo el improvisado “mercadito” de la 180 en San miguelito, reubicado en los aquelarres de nuestra ciudad. Mientras algún conciudadano se dispone a abordar el tan afamado Metro, escucha las ofertas de legumbres y verduras. ¡Ah!, magnánimo.

Las largas filas y aglomeraciones de panameños, dispuestos a utilizar el milagroso transporte que los hará llegar temprano a casa.

Pero, hasta que todo eso ocurra, si llega a concretarse, los residentes en nuestra ciudad tendrán que lidiar con los tranques, los demonios que se resisten a ser exorcizados de los “diablos rojos”; seguirán a la espera de que el aliciente del “Metro-Bus”, los alcance.

¿Ya no escucharemos los vítores de los secretarios del autobús, pregonando las rutas? ¿Se acabará la lucha por un asiento? ¿No padeceremos más, los sofocantes calores de un “diablo rojo”, un día de lluvia? ¿Se acabará el, “buenas tardes queridos pasajeros….no es con la intención de incomodarlos…”?

¡Oh, Metro!, que has de venir a salvarnos del tormentoso sistema de transporte que nos aqueja. Te veo tan lejos, tan imposible, tan irreal, que sólo me queda esperar y conformarme con la mutación llamada “Metro-bus” que nos van a imponer.

Sólo aferrarnos a la idea de que la cura no sea peor que la enfermedad. Y que al profanar las profundidades de nuestro terruño, no toquen el mar; y termine ahogada nuestra esperanza de poder transportarnos de forma decorosa.

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